lunes, 24 de diciembre de 2007

Al llegar la tarde

“Al llegar la tarde” callaba el árbol. Callaba el árbol y gritaba el mundo. Y lo único que podía escucharse era el silencio del árbol, ese silencio que susurraba entre hojas renqueantes: “al llegar la tarde”. Y no conseguía escucharlo. Gritaba el mundo entero y no podía oír lo que el árbol callaba para mí. Y la tarde llegaba y no conseguía oírlo.

Hoy los niños han elegido la menta. Estuvieron con fresa toda la semana y hoy han escogido la menta. Y en sus bocas la menta sabe a limón y en la mía a nada. ¿Por qué hoy menta? Tal vez sepa a fresa y no lo sé.

¿Viste aquel pajarillo moribundo caído del árbol? Noté una sonrisa en tu rostro y no pude comprenderla, no supe comprenderte. El pajarillo había caído, moribundo aunque ya muerto. Y su ahogado piar sabía a menta y a manos de niño que no saben que el pajarillo ya ha muerto. Y pensaste que más valía morir en las manos de un niño que intenta darte algo de pan mojado en leche que morir al llegar la tarde sólo y muerto de frío.

Al llegar la tarde la menta sabrá a muerte, a muerte de pajarillo caído del árbol. Porque hoy los niños han elegido la menta, sencillamente porque estuvieron con fresa toda la semana y hoy prefirieron la menta.

Que al llegar la tarde “al llegar la tarde” seguirá callando el árbol, y mientras el mundo seguirá gritando para que no pueda oirlo. No saben que aunque callaran no podría hacerlo. Calladas las farolas, los relojes, los coches, las nubes, las miradas, los desprecios, las sonrisas con sus risas, los deseos y la apatía… Todos callados y no sabría oírlo. Porque hoy los niños han elegido la menta.

Se acurruca el sacerdote a los pies del pajarillo. Hay un niño sentado en los primeros bancos con la cara untada en lágrimas. Tras suyo otro niño, y tras éste otro, y otro, y otro. Esperan un milagro, y entre espera y espera enganchan chicles bajo el banco. Y al entrar en la iglesia ésta huele a menta, a menta y a muerte, y a lágrimas de niño que aún huelen a fresa. Son lágrimas de semana pasada, por eso aún huelen a fresa. Las de la semana que viene tendrán olor a menta. Porque hoy los niños han elegido la menta. Toda la semana con fresa y hoy escogieron la menta.

¿Te ríes? Lo dudo, jamás te vi reir. Y no sé a qué huele tu risa. ¿Es fresa? ¿Menta? ¿Limón? NO. Tu risa debe oler a muerte, como el amargo piar del pajarillo. Subes por mi pantalón y mi camisa y te enganchas a mi mirada. Te observo, callo y escucho. El árbol aún debe callar “al llegar la tarde”, y absorto en ti no puedo oírlo. Ni siquiera oigo el mundo gritar, anclado en tu mirada fría.

Al llegar la tarde gritó al fin el árbol tu nombre. Demasiado tarde, el pajarillo ya había caído. Entre mis manos sé que ya está muerto. Tan sólo pretendo darle migajas de pan bañadas en leche. Y al acercarlas a su boca el pajarillo debe saber que va a morir. Todos deben saberlo en cuanto huelen migajas de pan bañadas en leche. Y la leche sabe a menta, y la menta a muerte.

Al llegar la tarde oscurece el sol. Al llegar la tarde duerme el árbol. Y al llegar la tarde dobla el pajarillo su débil cuello y oscurece mi lugar, mi sombra, mi mirada y mi sonrisa. Al llegar la tarde se me oscurece el alma y el corazón. Al llegar la tarde pienso en ti, y mis lágrimas saben a fresa sentado en un banco mientras esperan un milagro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bonito y que triste a la vez... despues de leerlo yo tambien tengo la cara inúndada de lágrimas... pero no se a que huelen... quizas a la fresa de la semana pasada... o a la menta de esta... aunque yo creo que no huelen a nada... a nada.... simplementea tristeza... dolor... pena... porque las mias no huelen a fresa o menta????... quizas algún dia...pueda conseguir que mis lágrimas huelan a menta... quizas algún dia yo tambien pueda dejar de esperar....