miércoles, 10 de diciembre de 2008

Aleg(o)ría


Devoré a mordiscos las nubes, aniquilando todo posible camino. ¿Qué hacer? ¿A dónde ir?
Hubo un tiempo en que era, ahora ya ni soy. ¿Odiar? Innecesario ¿Perdonar? Para qué cuando la suma sigue resultando cero.
El duendecillo verde llegó cuando las malas hierbas habían sido cortadas, arrancó de cuajo una de las flores más hermosas del jardín y subió a lo alto del campanario, dejándola caer. Y en su descenso aquella bomba prendió fuego a todo cuanto allí había plantado. El desierto no es arena y sol y sed y sudor... El desierto es una lengua enorme y sucia que lame la palma de tu mano, borrando cualquier huella de tactos pasados.
Hoy la lluvia dibujó en el lodo limpieza, pequeños espejos que seguirán igual que hace un momento cuando los dejé. Pareciera que el tiempo no quisiera pisarlos y convertirlos en mar. No había nubes en ninguna de sus caras, me las comí todas.
El camino desaparece lentamente ante la frase de los martes.


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