En tu ausencia dejé prendida la circunstancia por si volvías a preguntar por los motivos. Sobre la cama, bajo la almohada, las noches en vela para que te las pongas, no vaya a ser que cojas frío, y en el horno, aún caliente, las cuentas que comenzamos a medias -espero no haberme excedido esta vez con las ansias, la última vez me quedé corto de ellas-.
Olvidé regar los suspiros del balcón, si tienes tiempo y te apetece la saliva está en el último beso, sobre la silla cerca de la ventana.
Verás que cambié las sonrisas de sitio, no sabía donde meter tantos intentos de remediarlo. Entre la tele y la radio dejé el sobre, guardado dentro del tiempo para que nadie leyera lo que canto dentro. Ya sabes la combinación, antes la marcabas para hablar conmigo.
No olvides cerrar la desidia al salir, no quiero que la poesia vuelva a escaparse.
Sueños cursivos, tácitos, deshilachados, frío en la mano, vetada postura y sombras en la pared, cedida la hora perdido momento el cubierto bajo la sábana. La caricia carente de cualquier roce, sentido o tacto, despertar por la mañana y olvidar lo soñado, esforzarte y sentir que el tiempo se pierde y olvidar dónde lo sentiste por última vez, si agachado en tu piedad o alzado escondido tras el arrepentimiento. Hoy no estabas y ni me dí cuenta.
Cedo a tu retina y la luz que emana del cadente piano que hilvana nota tras nota tu respiración. Hoy tu luna -tu otra luna- untó la noche de aliento, aquel que me devuelves enganchado en el beso de tus labios. Enredado en síncope aguardo... ...... .... ... .. .
Eres yo desde que fuí y desvelado te contemplo en la respuesta.
Humo en el cristal tratando de no caer, olores de madrugada marchitando al sol de media tarde o la voz de una criatura temiendo dormir y no despertar mañana. Todo se desliza demasiado rápido mientras tratamos de anclarnos al punto de partida. Es lo que somos, humo, aroma y llanto y algún gramo de fe del que nos reímos demasiadas veces. Hoy lo ví claro, marionetas que cuelgan del escaparate deseando que otras manos las devoren.
Hola ¿te conozco? Creí ya haber partido en dos tus labios con mi lengua mientras me agarraba a tu cintura para no caer. Pero... ¿cuando cambió el color de tus ojos y el sabor de tu aliento? ¿Cuando tu risa sonó tan despacio y tu piel descuidó su melodía?
Eres yo puesto en marcha.
Subido en tu caparazón vuelvo a caminar una vez más.
Mar de cristales rotos en noche de luna llena donde bajo la arena entierran sin miramiento el silencio las olas.
En el horizonte un gato araña las nubes amenazando tormenta. Bajo el refugio de tu beso la lluvia ha de venir descuidando su fracaso.
Que tu mirada entró sin viento alguno en mis bolsillos, mi toalla y mi calzado. Ni molestarme en sacudirla empapado como estoy en la saliva de tus dedos.
Tal vez la huída sea el punto de reunión de tanta boca perdida o simplemente escarvamos sobre boquetes ya hechos por truenos y minas.
Quien sabe si la cordura tomó un descanso y creimos eterna su ausencia atrapados como estabamos allá arriba en el trapecio sin más red que telaraña sobre la que caímos vaciados de razón a mordiscos.
Ahora que la luna fue pisada dejemos de creer que sigue siendo una luz allá en el cielo...
...todos sabemos que no es más que árida piedra, vacío y silencio.
Hoy toca hablar de tí, hablar de tí hasta saciarme hoy que la dicha tocó tierra, abrió sus manos y eran sangre.
Hoy toca hablar de tí repetir tu nombre mil veces (dos mil si hiciera falta) aferrarme al hálito y no soltarme hasta atar mi lengua a tu garganta.
Hablar de tí, recordarte tal cual fuiste, tal cual... lejos muy lejos de mi cama, de mi extraño parecer que eramos.
Hablar de tí hasta borrar tu nombre del silencio, esculpirte en luz y dejarte caer de las ramas de un árbol, cadente, decadente, susurrando tu caída desde ayer.
Dejemos el amor para más tarde, para el color azabache o para el reo que con ahínco estudia la carrera de libertad.
Dejémoslo para los nuevos, persistentes aún celosos de preguntas. En los viejos que el recuerdo omita verdades y construya templos donde acudir a rezar.
Dejemos que fluya espesa la excusa, la excluída palabra, la perfecta voz muda y que el letargo sea un logro al que llegar equivocados resultando vencedores.
Desterremos sus perdones, las rimas inconexas, la lectura humedecida a hojas tiznadas de hollín y tintas heladas.
Dejemos el amor para los necios, aquellos que no sepan qué decir.
Mantienes silencio y en él la respuesta bucea salpicando con su huída mis motivos.
Alguien en la calle sacude el timbre para que acuda a abrirle. Sin ganas de caminar de nuevo hacia la puerta miro el sofá, vacío de tí, y el espejo donde sólo quedo yo temeroso a seguir enmarcado en él quedando atrapado allá en tu lado.
No recuerdo qué fuí antes de tí, tal vez lo mismo que después de nosotros, doce uvas masticadas por el hambre que me enseñas a creer fueron el todo.
A la luz de la espera mi sombra tiembla convulsionadamente.
La rosa sobre el verbo vetado o la nota una octava más grave que la idea que la compuso.
Todo al otro lado del cuadro donde las olas no rompen, donde el viento no sopla y apenas la luz del faro logra teñir de amarillo pastel la noche.
El gusto a sal en los dedos cansino ya en exceso y aquella niña gritando cuya voz jamás logré escuchar, a solas, plantada en las rocas como un árbol sin primavera.
No puedo recordarlo, juro que no puedo hallarte más allá de lo que deseo encontrarte aún sabiendo dónde te encuentras, tras la puerta cerrada, tras esas olas que jamás llegan a puerto como el verbo sobre la rosa.
Ocurre a veces que olvido el frío en invierno y el naranja en otoño o ese tercer acorde de blues que debiera cerrarme.
Ocurre a veces que pierdo el camino zanjado, la semilla caída de esa voz susurrada cerca de la escucha impaciente.
Ocurre a veces que descuido la ropa tendida por tí y su olor teñido de limpio, la caricia vedada, el escueto beso.
Ocurre a veces que desprecio la capa y entonces el viento secuestra mi escondite dejándome descubierto y vulnerable al cansancio, rendido a la sed del ahogo.
Ocurre a veces que repito tu voz por teléfono, también aquella carta escrita y guardada sin opción alguna a batalla.
Y ocurre, ocurre a veces que olvido recordar todas estas cosas.
El tiempo justo que gastar, momento exacto en que la vela ahoga la luz en su olor líquido, cuando el crujir de la persiana aúlla y la noche es desterrada hacia la calle.
Vendo mi sombra a buen precio, lo suficiente para poder pagar el ver la tuya ese instante antes en que el párpado cierra sus pétalos y se contrae en sueños malformados por las ansias.
Alquilo el poder ser y con él de regalo mis manos ya tan cargadas de palabras, ya tan pesadas como hundidas en esas hojas de libreta que había de ser para mí y que quedó en todo menos yo.
Escorado hacia la izquierda busco un apoyo a mi cansancio y es tal el golpe que la carga de remordimientos cae dejándome insufriblemente sólo.
Llegaré porque quisimos atrapado en tu respiración. impaciente, inconcluso, mansamente desarmado ante tu ataque.
Llegaré porque la espera esculpida en luz sobre mi sombra sin más ayuda que tus dedos se deshace con los primeros rayos de ansia desterrados en gemidos.
Preso en la pregunta respondida que calzada en tus labios debe silenciar los mios.
Atado sin nudo, vestido en tu desnudez, recorriendo el vaivén de mi regreso antes de salir a encontrarme.